Todos tenemos momentos de cansancio y hastío, de no poder más. Todos pasamos por fases en las que nada parece salir adelante, en las que el alma se escapa por los poros y duele hasta respirar...
Es en estas situaciones donde la Fe es el último baluarte, el clavo ardiendo al que aferrarse. Es en estos momentos donde comienza a cumplirse la primera de las bienaventuranzas, la de los pobres de espíritu, la de aquéllos que se sienten necesitados de Dios, indigentes ante Él.
Y es que la realidad es ésta: quizá yo no pueda más, pero Tú, sí. Tú lo puedes todo. Tú nos invitas a acudir a Tí en nuestros momentos de cansancio...
Hace unos días descubría un fondo de escritorio —me gusta coleccionarlos— en Internet. Sobre un fondo liso se leía un mensaje en inglés que, traducido, vendría a ser algo así como que “yo no soy una persona especial; soy una edición limitada”. Único e irrepetible, porque Dios me ha querido así. ¿Cómo iba a dejar Dios que alguien tan valioso se perdiera?
Dios no sólo puede amarte. Es que quiere hacerlo... y lo hace.
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